La obra  consiste en un mural conformado por figuras metálicas de acero galvanizado de 4 mm de grosor, pintadas de color negro y en el interior de los espacios, irá relleno de material sólido (estuco pigmentado).

Desde tiempos muy remotos los pueblos han intentado dejar una marca en los territorios que habitaron. Distintas son las técnicas empleadas, pero todas cumplen una regla esencial: Es a partir de estas marcas o señales que podemos documentar las aspiraciones, preocupaciones y también la visión de los primeros habitantes de nuestros paisajes.

La historia del territorio de Punitaqui también se vincula a pueblos de antaño y sus marcas. Conocidos son los petroglifos que dejaron culturas pre incaicas y el pueblo diaguita. En ellos se pueden ver representados el entorno inmediato, flora y fauna, símbolos, rostros, elementos abstractos y geométricos, como también las técnicas que permitieron grabar en piedra.

Esas técnicas demuestran no sólo un afán de crear piezas visuales durables en el tiempo, sino también un conocimiento acabado del entorno y sus «materiales», los cuales fueron aprovechados al máximo en la creación de pigmentos y en la alfarería.

Esta forma de hacer o vivir, documentar y de encontrar el equilibrio con el entorno, sirve de inspiración para plantear esta propuesta visual.

La propuesta contempla la creación de una serie de elementos antropomórficos que sintetizan el territorio, su colorido, además de su flora y fauna.