Escultura de grandes dimensiones, concebida principalmente para ser observada por los visitantes del parque de la Explanada Cultural. También podrá ser apreciada por los automovilistas y por las personas que transiten por el puente. La obra está trabajada en planchas bidimensionales de acero sobre las que se recorta una hilera de caballos descendiendo un cerro. La imagen final es onírica, surrealista, ya que los caballos terminan desapareciendo en la tierra, hundiéndose en otro universo del que, a la vez parecen provenir. Contemplar esta escultura despierta, las emociones, plantea un espacio calmo, lejano a la cotidianidad del entorno urbano. Nos conecta con la naturaleza y su eterna sabiduría. La obra en sí misma es un espacio de aislamiento, de ahí su forma sutilmente encajonada, cuya aparición pretende atrapar al espectador y cautivarlo en su sentido.​