Esta obra se emplaza en dos patios del establecimiento y propone un lugar de encuentro e interacción invitando al juego colectivo y al descubrimiento del sus rincones. En el patio que se proyecta desde el acceso, el artista instaló 41 perfiles de acero de 2,4 metros de largo, pintados con color naranja, empotrado al piso y vertical al centro del espacio, repartiéndose aleatoriamente en una superficie de 5 x 5 mts, logrando conformar un laberinto. En el patio ubicado frente al internado perfiles del mismo color dan origen a un lugar de permanencia. En estos se incorporan, grabadas en el metal, fotografía de niños alumnos de la escuela, constituyéndose en los protagonistas y destinatarios de la obra. La distribución de la obra en el espacio adquiere coherencia con la arquitectura del colegio, fomentando la interacción con los destinatarios. ​