La obra es un mural que se ubica en el hall principal del edificio MOP de Coyhaique. Se configura un relieve mediante dos materialidades, metal y cerámica, que se conjugan magistralmente, proponiendo una superficie escultórica. A través de una placa metálica de 4 mts. de alto por 1,60 mts. de ancho, perforada con incrustaciones en cerámica texturada y opaca, los artistas elaboran una propuesta de gran significación regional ya que valorizan las expresiones primigenias de la zona, rescatando manifestaciones provenientes de la pintura rupestre de los primeros habitantes de la XI región: Poyas y Caucahues. Este trabajo no pretende poner en escena antiguas pinturas, sino más bien resignificar el lenguaje plástico de estos pueblos. En la zona geográfica que habitan la naturaleza se manifiesta con toda su fuerza y esplandor, transmitiendo este valor al arte. La obra plástica da cuenta de madurez técnica. La figura estilizada del hombre es el centro, una profusa impronta de manos significan el trabajo de guanacos y misterios signos abstractos recrean el entorno natural y se entrecruzan con la lectura que proponen las patinas de metal, ligadas al progreso y modernidad.​