La obra se compone de diversos elementos verticales que representan un bosque de araucarias, ubicados en la fachada del edificio. Estos fueron realizados en tablones de madera de ciprés de Las Guaitecas, anclados al muro de hormigón. En su parte superior llevan follajes recortados de planchas metálicas. Mediante esta obra el artista propone rescatar el valor del bosque de pehuén, patrimonio cultural de la zona. La materialidad de la obra es coherente con su emplazamiento y sentido. A su vez, la utilización de la madera como material noble contrasta con lo metálico del follaje, creando un interesante juego visual de contrapunto. La disposición de la obra se presenta secuencialmente a lo largo de dos muros, interviniendo activamente la fachada del edificio y potenciando los accesos como elementos jerárquicos del conjunto arquitectónico.