La obra, absolutamente figurativa, cambia la escala y la materialidad de un objeto simple y cotidiano: un barquito de papel. Este pertenece a una herencia colectiva, concreta el recuerdo de un juego infantil transmitido de generación en generación. El lugar elegido para el emplazamiento, es el espacio propicio para emplazar una escultura que anuncia la pronta llegada al mar, al balneario de Viña del Mar y puerto de Valparaíso. La escultura puede ser observada desde lejos, manteniendo cierto misterio en su materialidad, y llamando la atención por su forma. Al acercarse a la obra y apreciarla in situ, resalta su tratamiento técnico realizado en láminas de fierro pintado. ​